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Friday, December 25, 2009

Navidad de una madre inmigrante

Navidad de una madre inmigrante
¿Cuento o realidad?
Edwin Pérez Uberhuaga
(publicado en la edición de dic. Revista AQUÍ LATINOS)

Érase una vez en el barrio madrileño de Usera dónde conviven en armonía españoles , africanos, asiáticos y latinoamericanos, una dama sudamericana, Doña Albertina, llegada de su tierra andina hace dos años y lejos de sus tres hijos aún pequeños. Como todos los años, aunque ahora desempleada, ella iba al centro comercial para comprar regalos para Lucía, Beatriz y el travieso Iván.
¿Qué les compraría? ¿Unas muñecas, unos libros con ilustraciones ensoñadoras?, ¿Qué les gustará ahora que han crecido?. Cavilando entre las carretillas de las compras se topó con un hombre negro vendiendo el periódico de inmigrantes “La Farola”. Su mirada triste la conmovió de tal forma que dejó de pensar en sus compras y le dirigió unas palabras amables tendiéndole un euro. Hace mucho frío afuera, esto le servirá para un café.
El hombre alto y demacrado le agradeció con su mirada dulce y triste.
A Doña Albertina le vino a la memoria su ciudad con esos mendigos helados de frío a quienes llevó a su casa alguna vez. Sabe, no tengo con quien compartir esta Noche de Reyes. Mis hijos están con su abuela en mi país, porque mi esposo nos abandonó. Si lo desea, venga a mi casa. Tengo preparado un buen fricasé y un panetón de postre.
¿Qué es un fricasé? preguntó él, siguiéndola fuera del centro. Es una sopa de cerdo muy rica de mi país, Bolivia.
- Nosotros en La Costa de Marfil, lo festejamos entre risas y juegos comiendo pollo con especias llamado Kedjenou.
Ya se adentraba la noche y dos sombras frágiles se desdibujaban rumbo a la casa de Doña Albertina.
En el rellano de la puerta, él le preguntó ¿A qué iba al mercado tan pensativa ? A comprar unos regalitos para mis hijitos que no veo desde hace dos años, pero bueno…el mejor regalo sería vernos, murmuró al final de su frase con la mirada brillante por las lágrimas nacientes. El hombre rodeó con su brazo los hombros de la mujer cabizbaja. Entraron. De repente, Albertina olió a mirra, sintió la caricia de la seda. Creyó ver unos pantalones color púrpura. Levantó la cabeza y vio al hombre negro con una vestimenta antigua muy lujosa, cubierta la cabeza de un turbante dorado. ¿Qué es esto? Dijo atónita Doña Albertina. De pronto, un clamor de voces rompió el vacío de la casa. Eran ellos. Si.
¡Mamita! gritaban Lucía, Beatriz y el terrible Iván abalanzándose al cuello de Albertina llorando de alegría. .Se abrazaron, rieron, bailaron, recordaron a su papá.
No se habían percatado de la salida sigilosa del hombre negro, cuando de pronto Iván protestó. ¿Y Baltazar, cuando me traerá los juguetes ? (epu)